Mércores, 10 de xuño

¿Que tal? ¡Mois bos días! Seguimos traballando con moitas ganas.

Hoxe, debedes buscar 3 envases de diferente capacidade e indicala nos comentarios. Recordade: litros, decilitros, centilitros, mililitros. Hai xente que escribe algo todos os días: graciñas, este aplauso é para eles/as. Os/As que non o facedes, animádevos!

Estas son as respostas dos exercicios de Matemáticas de onte:

Página 134:

Ejercicio 21:

8 L = 80 dL                     40 dL = 400 cL
200 mL = 20 cL              1.500 mL = 15 dL
4.000 mL = 4 L               200 dL= 2 L
5 dL = 5.000 mL             7 cL = 70 mL

Ejercicio 22:

3 L = 30 dL = 300 cL = 3.000 mL
6.000 mL = 600 cL = 60 dL = 6 L

E agora os traballos para hoxe:

Matemáticas: 

Página 134: Ejercicios 23, 24 (recuerda que para ordenar cantidades, lo primero que debes hacer es expresar todas las medidas en la misma unidad)

Naturais:

Le un par de veces a páxina 92.
Despois mira os vídeos:

A materia

Cambios de estado

Lengua:

Tema 14 . Dulcinea en su borrico

Lee dos veces la lectura, una vez envoz baja y otra vez en voz alta, con las pausas 
y la entonación adecuadas. Después, escribe en la libreta Tema 14 y Copia las palabras del 
Vocabulario.

Un buen día, Sancho acudió a visitar a don Quijote en compañía de un joven bachiller del pueblo que se llamaba Sansón Carrasco. Nada más entrar en el aposento, el tal Sansón, que quería ayudar a don Quijote, se arrodilló ante la cama y dijo:

–¡Oh, señor don Quijote, sois el caballero más famoso del mundo, como bien demuestra este libro que os traigo!

Don Quijote tomó el libro que le mostraba Sansón y leyó su título en voz alta: Historia de don Quijote de la Mancha, escrita por el historiador árabe Cide Hamete Benengeli y traducida a la lengua castellana por Miguel de Cervantes Saavedra.

–¿No te decía yo, Sancho –dijo el caballero lleno de orgullo–, que algún sabio escribiría mis hazañas para ejemplo de todos?

Sancho, que estaba tan orgulloso como su señor, le preguntó a Sansón si también él aparecía como presonaje en el libro.

–Personaje, Sancho, se dice personaje –respondió el bachiller–. Y no solo aparecéis en el libro, sino que dice que algunas veces no sois tan valiente como debierais.

–Yo soy como soy –sentenció Sancho–, y con tal de verme puesto en libros, me importa un higo lo que digan de mí.¹

Don Quijote quiso saber si el autor del libro prometía una segunda parte, a lo que Sansón respondió que sí, siempre que tuviera algo que contar en ella.

–Entonces habrá que salir cuanto antes a la aventura –concluyó.

Y como la otra vez ², don Quijote se escapó de casa de noche y sin despedirse y montó en Rocinante pensando en las muchas batallas que le ofrecería el destino. Y no menos contento iba Sancho Panza, que ya se veía a un tris de ser gobernador.

–Iremos a Zaragoza –anunció don Quijote al salir de la aldea–, pero antes quiero ir al Toboso para visitar a mi señora Dulcinea y pedirle su bendición.

Tres días les costó llegar a la patria de Dulcinea, en la que don Quijote quiso entrar de noche para que su visita fuese lo más discreta posible. Así que tuvieron que buscar su palacio de princesa a la luz de la luna y sin ayuda de nadie.

Sancho iba nervioso, pues hacía tiempo había engañado a su amo diciéndole que le había llevado una carta a Dulcinea cuando no era verdad, y temía que se enfadara con él.³

En la oscuridad de la noche del Toboso, de repente don Quijote vio un bulto grande a la luz de la luna y creyó que había dado con el palacio, así que para allá se fueron. Sin embargo, cuando llegaron frente al edificio, descubrieron que no era más que la iglesia del pueblo, que tenía una torre muy alta.

–Con la iglesia hemos dado, Sancho –dijo don Quijote.

–Y, si seguimos así, daremos con nuestra sepultura. ¿No sería mejor que saliéramos del pueblo y volviésemos mañana?

A don Quijote le pareció que el consejo era bueno, así que amo y criado salieron del Toboso y se refugiaron en un bosquecillo cercano.

Y, a eso del amanecer, don Quijote dijo:

–Vamos, Sancho, vuelve al Toboso y dile a Dulcinea que estoy preso de su amor.

–Allí voy –dijo Sancho.

A lomos de su borrico, Sancho se alejó camino del Toboso, pero en cuanto perdió de vista a su señor, se apeó del burro y se sentó a pensar al pie de un árbol: –¿Y ahora dónde vas a encontrar a Dulcinea? –se preguntaba a sí mismo–. ¿Cómo voy a engañar otra vez a mi señor?

Sosegado con aquellos pensamientos, Sancho se quedó al pie del árbol hasta el atardecer, para que su amo creyera que estaba en el Toboso. Y tuvo tanta suerte que, justo cuando se levantaba para reunirse con su señor, vio venir a tres labradoras sobre tres burros o burras, que solo Dios sabe lo que eran.

Y, cuando por fin llegó hasta su amo don Quijote, y el caballero le preguntó si traía buenas noticias, Sancho le respondió:

–Tan buenas, que ahora mismo va a ver a la señora Dulcinea con sus propios ojos. Vamos, asómese, que viene por allí abajo con dos de sus doncellas montada en una yegua blanca como la nieve. Y va vestida de seda y cargada de joyas, y lleva los cabellos sueltos, que son más dorados que los rayos del sol.

Loco de alegría, don Quijote extendió la vista hacia el Toboso, pero cuando vio a las tres mujeres que se acercaban, se quedó más pálido que un muerto.

–¡Válgame Dios –dijo–, que yo no veo más que a tres aldeanas montadas en borricos!

–Pero, ¿qué está diciendo, señor? Fíjese bien, que esas son Dulcinea y sus doncellas, y póngase de rodillas, que ya llegan.

Cuando las aldeanas se acercaron, Sancho se arrodilló ante la primera, que llevaba un palo en la mano para picar a su burra.

–Reina de la hermosura –le dijo con la mayor cortesía–, aquí os rinden homenaje don Quijote y su escudero.⁴

Don Quijote se arrodilló y miró con ojos desencajados a la que Sancho llamaba reina, porque lo que él veía era una aldeana con la nariz chata y la cara muy redonda.

–¡Déjennos pasar, que vamos depriesa! –gruñó la supuesta Dulcinea, levantando el palo y alejándose más rápida que el viento.

–¡Ay, Dios mío, que ya sé lo que ha pasado! –se quejó don Quijote–. Seguro que el brujo Frestón me ha nublado los ojos para que no pueda ver a mi Dulcinea tal cual es. ¡Y lo peor es que la ha transformado en la aldeana más fea del mundo y le ha puesto en la boca un aliento de ajos crudos que me ha revuelto el alma!

–¡Ese Frestón es un canalla! –gritó Sancho, haciendo esfuerzos para que no se le escapase la risa–. ¡Es una pena que no la hayáis visto, con lo hermosa que estaba!

Y tomaron el camino de Zaragoza, por el que iba don Quijote tan triste que parecía a punto de caer enfermo.

Miguel de Cervantes: Don Quijote (adaptación). Barcelona, Vicens Vives, 2014.

MIENTRAS LEES

• ¿Por qué a Sancho le da igual que hablen mal de él?
• ¿A qué otra vez se refiere? Búscalo.
• ¿Crees que está bien que Sancho engañase a don Quijote?
• ¿Por qué crees que Sancho le dice eso a la aldeana si sabe que no es la verdadera Dulcinea?

VOCABULARIO

bachiller: en esa época, era la persona que estudiaba.

aposento: habitación.

Rocinante: nombre del caballo de don Quijote.

sepultura: sitio en el que se entierra a los muertos.

apearse: bajar.

sosegado: decidiendo con calma y sin precipitarse.

picar: dar un golpe a un burro o caballo para que ande o corra.

chata: pequeña, como aplastada.

¡Ata mañá!